EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

martes, 23 de septiembre de 2014

EN LAS FAENAS DE LA COSECHA. SERMÓN TERCERO


Este es el grupo que busca al Señor, que busca el rostro del Dios de Jacob
 Fatigado mi espíritu por tanta multitud de gente que busca cosas tan distintas, ¡con qué ansias retorno a este recinto para reparar mi alma!  Gracias a Dios, mi deseo no ha quedado defraudado, ni frustrada mi esperanza. Ardía en deseos de ver: lo he visto y estoy totalmente relajado. Me siento lleno de ánimos, reboso alegría. Bendigo al Señor con toda mi alma y todo mi ser proclama: Señor, ¿quién como tú?
 Al mirar de lejos, cuando ya me acercaba, confieso que me pareció ver corporalmente a los que el Profeta vio en espíritu; inmediatamente me vino a la mente lo que él pronunció con su boca, y canté con él: Este es el grupo que busca al Señor. 
 Hay muchas razas humanas, y si no me engaño, esta que ahora florece y surge entre nosotros es la tercera generación. La primera no buscó al Señor ni fue buscada por él: todos nacimos de nuestra madre con la mente llena de tinieblas manchados de pecado. La segunda nos dió lo que necesitamos: el rápido remedio del agua y del Espíritu.
 Esta generación no era la que buscaba, sino la buscada, pues el Señor buscó a los que no sabían ni podían buscarle. Nos buscó, pues, y nos encontró en la segunda generación, para que seamos un pueblo adquirido. Si el hermano mayor murmura y se abrasa de envidia, se le dice: Había que hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo se había perdido y ha aparecido.
 Pero el Señor nos buscó para que nosotros le buscáramos en el momento oportuno, cuando ya podía ser buscado y encontrado. ¡Hay de nosotros, que hemos sido tan descuidados y negligentes en buscar la vida, en buscar al único que es bueno para los que le buscan, para el alma que espera en él! ¡Ay de ti, generación rebelde y pertinaz, gente perversa e idólatra! Que buscas todavía la falsedad y amas el engaño y no guardas fidelidad a la verdad con la que te habías desposado. ¿No necesita esta generación nacer de nuevo y ser nuevamente engendrada? Sí y mucho. Convertidos en razas de víboras tienen una necesidad absoluta de volver al vientre de la madre gracia y nacer otra vez, porque sus obras últimas son peores que las primeras.
 Gracias, pues, a la gracia y a la misericordia más gratuita, si cabe hablar así, que colma de favores no sólo a quienes no los merecen sino a los totalmente ingratos y degenerados. Gracias al que os ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva y os concede la adopción filial. Sí, os engendró voluntariamente con el mensaje de la verdad. Primeramente os había engendrado con el misterio de su misericordia. Por parte del que engendraba era voluntario, más no por parte de los engendrados, que carecían del uso de la voluntad y del ejercicio de la razón. Por eso desconocían su nacimmiento y al que les engendró. Ahora, en cambio, la generación voluntaria ofrece un sacrificio voluntario, como dice la Escritura: te ofreceré un sacrificio voluntario dando gracias a tu nombre Señor, que es bueno.
 Este es el grupo que busca al Señor. ¿Le busca o ya le posee? Sí. Lo posee y lo busca. Es imposible buscarle sin poseerle ya antes. ¿Qué poseen, qué buscan? ¿O cómo lo poseen y cómo lo buscan? Engendrados por el Verbo poseen al Verbo. ¿No es el Verbo el Señor? Escuchad a Juan: este es el grupo que busca al Señor, que busca tu presencia Dios de Jacob. Uno mismo es, al que poseen y buscan porque uno e idéntico es el Verbo del Padre y el esplendor de de gloria del Padre. A este se le puede poseer sin buscarle, más no se le puede buscar si antes no se le posee. La sabiduría dice de sí misma: el que me come tendrá más hambre. Él puede salir al encuentro del que no le busca y, como antes dijimos, con su abundancia de gracia y de bendiciones, puede buscar y adelantarse a los que son incapaces de buscarle a él. Nadie puede buscarle si anes no lo posee, pues él mismo nos dice que nadie puede hacercarse a mi si el Padre no lo atrae. Hay, pues, alguien que atrae; aunque en cierto sentido no está presente, porque siempre atrae hacia sí mismo. Nunca jamás está presente por la fe el padre sin el hijo, para llevarlo hasta la visión.
 ¿Cómo no va a regocijarse mi espíritu? ¿Cómo no se ha de gozar extraordinariamente con esta generación que busca el Señor? El argumento más evidente de que se deleita en la sabiduría es su mismo apetito insaciable. La prueba más cierta y el testimonio indiscutible de que poseéis al que buscáis y que vive en vosotros es la fuerza con que os atrae hacia sí. Ese empeño supera las posibilidades humanas: es obra de la diestra del Señor, a quien suplicáis sin cesar: ¡Ah! Llévanos contigo: correremos al olor de tus perfumes. Os repito que no es propio de hombres vivir así y al ver cómo buscáis a Cristo no necesitamos más pruebas de que Cristo vive en vosotros. 
 Ya veis, hermanos, qué espíritu habéis recibido: el Espíritu que viene de Dios. Por eso conocéis a fondo los dones que Dios os ha hecho. Hemos oído hablar del orden apostólico, profético y angélico: y creo que no podemos imaginar cosa más sublime. Pero observo en vosotros algo, y algo grande, de cada uno de ellos. ¿Quién dudará llamar vida celestial y angélica a la vida célibe? ¿No sois ya vosotros ahora lo que serán los elegidos después de la resurrección? ¿No sois los ángeles de Dios en el cielo, completamente libres del matrimonio?
 Enamoraos, hermanos, de esa perla de gran valor: entregaos con ardor a esta vida santa que os hace conciudadanos de los consagrados y familia de Dios, como dice la Escritura: La incorruptibilidad acerca de Dios. Así, pues, no por vuestras fuerzas sino por favor de Dios sois lo que sois: por la castidad y vida santa sois ángeles en la tierra, o ciudadanos del cielo que peregrinan en la tierra. Porque mientras sea el cuerpos nuestro domicilio, estamos desterrados del Señor
 ¿Qué decir de la profecía? La ley y los profetas llegaron hasa Juan, proclama la Verdad. Pero después de Juan, vino uno que no era enemigo sino discípulo de la Verdad, y dijo: Imperfecta es nuestra ciencia, e imperfecta nuestra profecía. Ha cesado, pues, la profecía porque ya conocemos; pero no ha cesado del todo, porque nuestro saber es limitado. Cuando venga lo perfecto se acabará lo limitado. Los profetas anteriores a Juan anunciaron las dos venidas del Señor. La salvación no provenía del conocimiento sino de la profecía. 
 ¡Que estilo tan maravilloso del profeta es este al que os veo consagrados! ¡Qué ímpetu profético os absorbe! Sí, es cierto. No poner la mirada en lo que se ve, sino como enseña el Apóstol, en lo que no se ve, es sin duda alguna profetizar. Guiarse por  el Espíritu, vivir de la fe, buscar lo de arriba y no lo de la tierra, olvidar lo que queda atrás y lanzarse a lo que está delante, es una profecía viviente. ¿Cómo podemos ser ciudadanos del cielo, si no es por el espíritu de profecía? Los antiguos profetas no vivían entre los hombres de su tiempo: se despegaban de su época con la fuerza y el ímpetu del espíritu, y gozaban viendo el día del Señor: ¡y cuáno se alegraban al verlo!
Sobre la profesión apostólica escuchemos aquellas palabras: Lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Si es lícito gloriarse, podemos gloriarnos. Mas si somos sabios, procuremos gloriarnos en el Señor. Ese es el auténtico orgullo: El que esté orgulloso, que esté orgulloso del Señor. No es nuestra mano quien hace todo esto, sino el Señor: el Poderoso ha hecho obras grandes por nosotros; que nuestra alma proclame la grandeza del Señor. Por un favor suyo extraordinario podemos continuar, con entusiasmo, aquella gran empresa de que se gloriaban los apóstoles. Si quiero sentirme orgulloso de esto, tampoco soy un insensato. Y a fuerza de ser sinceros, algunos de los aquí presentes dejaron algo más que una barca y unas redes.
 ¿Y qué supone eso? Los apóstoles dejaron todo, pero fue para seguir al Señor hecho hombre. Nosotros no queremos decir nada; preferimos escucharlo del Señor: Tomás, ¿porque me has visto tienes fe? Dichosos los que tienen fe sin haber visto. Tal vez sea una profecía más excelente porque no se fija en los bienes temporales y caducos, sino en los espirituales y eternos. Por otra parte, el tesoro de la castidad resalta más en una vasija de barro, y la virtud parece más hermosa en la fragilidad de la carne. 
Cuando se vive la vida angélica en el cuerpo, la esperanza profética en el corazón, y en ambos la perfección apostólica, ¿se puede imaginar un cúmulo mayor de gracias? ¿Cómo pagáis al Señor todo el bien que os ha hecho? Vivís en un grado muy alto: pero por eso mismo es más peligrosa la caída. Hemos subido al tercer cielo. Por consiguiente quien se ufana de estar en pié, cuidado con caerse. Yo veía a Satanás, dice el Señor, caer de lo alto como un rayo. Se precipitó, se despedazó y se hizo trizas: sus heridas son incurables, se convirtió en un aliento fugaz que no torna. ¿También vosotros queréis marcharos? Satán cayó ¿No caeréis vosotros en pos de él? 
 Es mucho mejor perseverar en los caminos del Señor, y seguir apoyándoos en la gracia. No es dichoso el hombre que sigue la senda de los pecadores, sino los que encuentran en ti, Señor, su fuerza. Caminan de virtud en virtud hasta ver a Dios en Sión para gozar de la dicha de sus escogidos gloriarse con tu heredad. Sí, ellos son la heredad, ellos los dioses y los hijos del Altísimo.
 Hermanos míos, si éste es con toda verdad y certeza el grupo que busca al Señor, que busca el rosro del Dios de Jacob, ¿qué otra cosa puedo deciros, sino aquello que dice el Profeta: Que se alegren los que buscan al Señor; recurrid al Señor y perseverad, buscad continuamente su rostro? O lo que dice otro: Si buscáis, buscad. ¿Qué quiere decir: si buscáis, buscad? Buscadle coon sencillez de corazón. A él por encima de todo, y ninguna otra cosa fuera de él, Buscadle con sencillez de corazón. 
 El que es simple por naturaleza exige sencillez de corazón. Y concede su gracia a los sencillos. El indeciso no sigue rumbo fijo. No enconrarán jamás al que vosotros buscáis, los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba desertan. Él es la eternidad; y ésta no se consigue sin un búsqueda perseverante. ¡Ay del pecador ue va por dos caminos! Nadie puede estar al servicio de dos amos. Aquella integridad, perfección y plenitud no acepta semejante doblez. Solamente se deja encontrar de quien le busca con un corazón perfecto. Si es horroroso el perro que vuelve a su vómito y la cerda lavada que se revuelca en el fango, y si Dios escupe de su boca al tibio, ¿qué va a ser del impío y del pecador? Si es maldito quien ejecuta con negligencia la obra del Señor, ¿qué merecerá el que obra con engaño?
 Huyamos, carísimos, de esta doblez, y evitemos por todos los medios la levadura de los fariseos. Dios es la verdad. Si no queremos buscar inútilmente al Señor, busquémosle verdaderamente, busquémosle frecuentemente, busquémosle constantemente. No busquemos nada en lugar de él, nada juntamente con él, ni los cambiemos por ninguna otra cosa. Porque es más fácil que pase el cielo y la tierra, que no encuentre quien así busca, ni reciba quien así pide, ni se le abra al que así llama.

 RESUMEN
Necesitamos abandonar otras obligaciones para recomponer nuestro espíritu en los lugares habituales de oración. Somos un pueblo buscado generosamente por Dios. Aunque el hombre y Dios se buscan, muchos no lo aceptan y rechazan esa adopción sobrenatural. 
 Dios nos busca y nosotros tenemos que responder a su llamada, pero ya está dentro de nosotros, de lo contrario no sentiríamos la necesidad de encontrarle.
 Somos como somos, en nuestras escasas virtudes, gracias al poder de Dios, pero no debemos olvidar que no vivimos en un domicilio definitivo, que estamos como desterrados del Señor. 
 El profeta presta atención no a lo que ve, sino a lo que no ve. Se adelanta a los acontecimientos de cada día y sabe que la vía del conocimiento no es la del conocimiento mundano sino otro más profundo. Así ocurrió desde los tiempos de Juan y la necesidad de la profecía no ha cesado todavía. 
 Nuestro verdadero orgullo debe ser dejar cosas materiales en pos del espíritu. Ese abandono resalta más cuanto mayor sea aquello a lo que renunciamos. 
Es mucho más placentero el camino de la virtud, seguir en pos del Altísimo. No es grata la senda de los pecadores. 
Debemos buscar sin tibiedad, sin dobleces, y hallaremos. Quien quiera buscar a medias se encontrará en un laberinto sin salida. 



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