EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

lunes, 21 de julio de 2014

EN LAS FAENAS DE LA COSECHA. SERMÓN TERCERO


"Este es el grupo que busca al Señor, que busca el rostro del Dios de Jacob"


 Fatigado mi espíritu por tanta multitud de gente que busca cosas tan distintas, ¡con qué ansias retorno a este recinto para reparar mi alma! Gracias a Dios, mi deseo no ha quedado defraudado, ni frustrada mi esperanza. Ardía en deseos de ver: lo he visto y estoy totalmente relajado. Me siento lleno de ánimos, reboso alegría. Bendigo al Señor con toda mi alma y todo mi ser proclama: Señor, ¿quién como tú?
 Al mirar de lejos, cuando ya me acercaba, confieso que me pareció ver corporalmente a los que el Profeta vio en espíritu; inmediatamente me vino a la mente lo que él pronunció con su boca, y canté con él: Este es el grupo que busca al Señor.
 Hay muchas razas humanas, y si no me engaño, esta que ahora florece y surge entre nosotros es la tercera generación. La primera no buscó al Señor ni fue buscada por él: todos nacimos de nuestra madre con la mente llena de tinieblas, manchados de pecado. La segunda nos dio lo que necesitamos: el rápido remedio del agua y del Espíritu. 
 Esta generación no era la que buscaba, sino la buscada, pues el Señor buscó a los que no sabían ni podían buscarle. Nos buscó, pues, y nos encontró en la segunda generación, para que seamos un pueblo adquirido. Si el hermano mayor murmura y se abrasa de envidia, se le dice: Había que hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo se había perdido y ha aparecido.
 Pero el Señor nos buscó para que nosotros le buscáramos en el momento oportuno cuando ya podía ser buscado y encontrado. ¡Ay de nosotros, que hemos sido tan descuidados y negligentes en buscar la vida, en buscar al único que es bueno para los que le buscan, para el alma que espera en él! ¡Ay de ti, generación rebelde y pertinaz, gente perversa e idólatra!, que buscas todavía la falsedad y amas el engaño, y no guardas fidelidad a la verdad con la que te habías desposado. ¿No necesita esta generación nacer de nuevo, y ser nuevamente engendrada? Sí, y mucho. Convertidos en raza de víboras, tienen una necesidad absoluta de volver al vientre de la madre gracia y nacer otra vez, porque sus obras últimas son peores que las primeras. 
 Gracias, pues, a la gracia y a la misericordia más que gratuita, si cabe hablar así, que colma de favores no sólo a quienes no lo merecen, sino a los totalmente ingratos y degenerados. Gracias al que os ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, y os concede la adopción filial. Sí, os engendró voluntariamente con el mensaje de la verdad. Primeramente os había engendrado con el misterio de la misericordia. Por parte del que engendraba era voluntario, mas no por parte de los engendrados, que carecían del uso de la voluntad y del ejercicio de la razón. Por eso desconocían su nacimiento y al que les engendró. Ahora, en cambio, la generación voluntaria ofrece un sacrificio voluntario como dice la Escritura: Te ofreceré un sacrificio voluntario dando gracias a tu nombre, Señor, que es bueno. 
 Este es el grupo que busca al Señor. ¿Le busca o ya lo posee? Sí, lo posee y lo busca: es imposible buscarle sin poseerle ya antes. ¿Qué poseen, qué buscan? ¿O cómo lo poseen y cómo lo buscan? Engendrados por el Verbo poseen al Verbo. ¿No es el Verbo el Señor? Sigue escuchando el salmo: Éste es el grupo que busca al Señor, que busca tu presencia, Dios de Jacob. Uno mismo es, pues, al que poseen y buscan, porque uno e idéntico es el Verbo del Padre y el esplendor de la gloria del Padre. A éste se le puede poseer sin buscarle, mas no se le puede buscar si antes no se posee.
 La Sabiduría dice de sí misma: El que que come tendrá más hambre. Él puede salir al encuentro del que no le busca y, como antes dijimos, con su abundancia de gracia y de bendiciones puede buscar y adelantarse a los que son incapaces de buscarle a él. Nadie puede buscarle si antes no lo posee, pues él mismo nos dice que: nadie puede acercarse a mí si el Padre no lo atrae. Hay, pues, alguien que atrae; aunque en cierto sentido no está presente, porque siempre atrae hacia sí mismo. Nunca jamás está presente por la fe el Padre sin el Hijo, para llevarlo hasta la visión.
 ¿Cómo no va a recocijarse mi espíritu? ¿Cómo no se ha de gozar exraordinariamente con esta generación que busca al Señor? El argumento más evidente de que se deleita en la sabiduría es su mismo apetito insaciable. La prueba más cierta y el testimonio indiscutible de que poseéis al que buscáis, y que vive en vosotros, es la fuerza con que os atrae hacia sí. Ese empeño supera las posibilidades humanas: es obra de la diestra del Señor, a quien suplicáis sin cesar. ¡Ah!, llévanos contigo: correremos al olor de tus perfumes. Os repito que no es propio de hombres vivir así, y al ver cómo buscáis a Cristo no necesitamos más pruebas de que Cristo vive en vosotros. 
 Ya veis, hermanos, qué espíritu habéis recibido: el Espíritu que viene de Dios. Por eso conocéis a fondo los dones que Dios os ha hecho. Hemos oído hablar del orden apostólico, profético y angélico y creo que no podemos imaginar cosa más sublime. Pero observo en vosotros algo grande de cada uno de ellos. ¿Quién dudará llamar vida celestial y angélica a la vida célibe? ¿No sos ya vosotros, ahora, lo que serán los elegidos después de la resurrección? ¿No sois como los ángeles de Dios en el cielo, completamente libres del matrimonio? 
 Enamorados hermanos de esa perla de gran valor: entregaos con ardor a esta vida santa que os hace conciudadanos de los consagrados y familia de Dios, como dice la Escritura: la incorruptibilidad acerca de Dios. Así, pues, no por vuestras fuerzas, sino por el favor de Dios, sois lo que sois. Por la castidad y vida santa sois ángeles en la tierra, o ciudadanos del cielo que peregrinan en la tierra. Porque mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados del Señor.
 ¿Qué decir de la profecía? La ley y los profetas llegaron hasta Juan, proclama la Verdad. Pero después de Juan, vino uno que no era enemigo, sino discípulo de la Verdad, y dijo: Imperfecta nuestra profecía. Ha cesado, pues, la profecía, porque ya conocemos; pero no ha cesado del todo, porque nuestro saber es limitado. Los profetas anteriores a Juan anunciaron las dos venidas del Señor. La salvación no provenía del conocimiento, sino de la profecía.
 ¡Qué estilo tan maravilloso de profecía es este al que os veo consagrados! ¡Qué ímpetu profético os absorbe! Sí, es cierto. No poner la mira en lo que se ve, sino, como enseña el Apóstol, en lo que no se ve, es sin duda alguna profetizar. Guiarse por el Espíritu, vivir de la fe, buscar lo de arriba y no lo de la tierra, olvidar lo que queda atrás y lanzarse a lo que está delante, es una pfofecía viviente. ¿Cómo podemos ser ciudadanos del cielo, si no es por el espíritu de profecía? Los antiguos profetas no vivían entre los hombres de su tiempo: se despegaban de su época con la fuerza y el ímpetu del espíritu, y gozaban viendo el día del Señor: ¡y cuánto se alegraban al verlo!
 Sobre la profesión apostólica, escuchemos aquellas palabras: Lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Si es lícito gloriarse podemos gloriarnos. Mas si somos sabios, procuremos gloriarnos en el Señor. Ese es el auténtico orgullo. El que esté orgulloso, que lo esté del Señor. No es nuestra mano quien hace todo esto sino el Señor. El poderoso ha hecho obras grandes por nosotros; que nuestra alma proclame la grandeza del Señor. Por un favor suyo extraordinario, podemos continuar con entusiasmo aquella gran empresa de que se gloriaban los apóstoles. Si quiero sentirme orgulloso de ésto, tampoco soy un insensato. A fuerza de sinceros, algunos de los aquí presentes dejaron algo más que una barca y unas redes. 
 ¿Qué supone ésto? Los apóstoles dejaron todo, pero fue para seguir al Señor hecho hombre. Nosotros no queremos decir nada; preferimos escucharlo del Señor: Tomás ¿poque me has visto tienes fe? Dichosos los que tienen fe sin haber visto. Tal vez sea una profecía más excelente porque no se fija en los bienes temporales y caducos, sino en los espirituales y eternos. Por otra parte, el tesoro de la castidad resalta más en una vasija de barro y la virtud parece más hermosa en la fragilidad de la carne.
 Cuando se vive la vida angélica en el cuerpo, la esperanza profética en el corazón, y en ambos la perfección apostólica, ¿se puede imaginar un cúmulo de mayor de gracias? Vivís en un grado muy algo: pero por eso mismo es más peligrosa la caída. Hesubido al tercer cielo. Por consiguiente, quien se ufana de estar de pie, cuidado con caerse. Yo veía a Satanás, dice el Señor, caer de lo alto como un rayo. Se precipitó, se despedazó y se hizo trizas: sus heridas son incurables. Se convirtió en un aliento fugaz que no torna. ¿También vosotros queréis marcharos? Satán cayó: ¿no caeréis en pos de él?
 Es mucho mejor perseverar, en los caminos del Señor, y seguir apoyándonos en la gracia. No es dichoso el hombre ue sigue la senda de los pecadores, sino los que encuentran en ti, Señor, tu fuerza. Caminan de virtud en virtud hasta ver a Dios en Sión para gozar de la dicha de tus escogidos gloriarse con tu heredad. Sí, ellos son la heredad, ellos los dioses y los hijos del Altísimo. 
 Hermanos míos, si éste es con toda verdad y certeza el grupo que busca al Señor, que busca el rostro de Dios de Jacob, ¿qué otra cosa puedo deciros, sino aquello que dice el Profeta: Que se alegren los que buscan al Señor; recurrid al Señor y perseverad, buscad continuamente su rostro? O lo que dice otro: Si buscáis, buscad. ¿Qué quiere decir: si buscáis, buscad? Buscadle con sencillez de corazón. A él por encima de todo, y ninguna otra cosa fuera de él, ni después de él. Buscadle con sencillez de corazón.
 El que es simple por naturaleza exige sencillez de corazón. Y concede su gracia a los sencillos. El indeciso no sigue rumbo fijo. No encontrarán jamás al que vosotros buscáis, los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba desertan. Él es la eternidad; y ésta no se consigue sin una búsqueda perseverante. ¡Ay del pecador que va por dos caminos! Nadie puede estar al servicio de dos amos. Aquella integridad, perfección y plenitud no acepta semejante doblez. Solamente se deja encontrar de quien le busca con un corazón perfecto. Si es horroroso el perro que vuelve a su vómito y la cera lavada que se revuelca en el fango, y si Dios escupe de su boca al tibio, ¿qué va a ser del impío y del pecador? Si es maldito quien ejecuta con negligencia la obra del Señor, ¿qué merecerá el que obra con engaño?
 Huyamos carísimos de esta doblez, y eviemos por todos los medios la levadura de los fariseos. Dios es la verdad, y los que le buscan han de hacerlo con espíritu y verdad. Si no queremos buscar inútilmente al Señor, busquémosle verdaderamente, busquémosle frecuentemente, busquémosle constantemente. No busuemos nada en lugar de él, nada juntamente con él, ni lo cambiemos por ninguna otra cosa. Porque es más fácil que pase el cielo y la tierra, que no encuentre quien así busca, ni reciba quien así pide, si se la abra al que así llama.
RESUMEN
Somos el grupo de los que buscan al Señor y, a veces, nos ha parecido encontrarlo. En realidad somos la tercera generación. La primera no buscaba ni la buscaban. La segunda fue buscada por el Señor y les enseñó el camino del espíritu. Es un acto generoso del Creador que, a algunos, puede ocasionar envidia. Ante la incapacidad del ser humano era necesario engendrarnos de nuevo y que nuestra evolución espiritual dependa ahora de la voluntad y el sacrificio. Pero nadie busca al Señor si antes no lo posee y si lo posee es porque él nos atrae como el aroma de un perfume. Algunos de los bienes espirituales los estamos disfrutando ya, en nuestra vida cotidiana, si vivimos en la gracia de Dios. Es importante recuperar el espíritu de los profetas, basado en la fe y no en el conocimiento, que busca lo invisible y no lo aparente. Que trata de vivir la realidad de arriba y no la de abajo. Es propio gloriarnos de las cosas que realizamos y de lo que hemos renunciado, pero es de sabios encontrar la última causa, la fuerza definitiva que nos impulsa, en el espíritu de Dios entre nosotros. Llegar a sentir, en nosotros una mezcla de vida angélica en el cuerpo, perfección  en el corazón y, tanto en el cuerpo como en el corazón, la perfección apostólica. Ese camino es preferible al erróneo que constituye el pecado. Pero hay que buscar constantemente. Dios no quiere a los tibios. Menos aún a los pecadores irredentos. Se debe buscar humildemente, con paciencia y perseverencia. Será difícil que si lo hacemos así, las puertas de lo espiritual no se abran para nosotros.

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