EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

sábado, 20 de septiembre de 2014

EN LA FIESTA DE SAN MIGUEL. LOS ÁNGELES TIENEN TRES MOTIVOS PARA ATENDERNOS


1. Hoy celebramos la fiesta de los ángeles, y exigís un sermón digno de semejante solemnidad. ¿Pero qué pueden decir de los espíritus angélicos unos viles gusanos? Creemos y confesamos sin vacilar que la presencia y visión divina los hace dichosos, y que disfrutan eternamente de aquellos bienes del Señor que el ojo nunca vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre puede imaginar. ¿Qué va a decir, pues, un simple mortal a hombres mortales, de realidades que ni él puede imaginar ni ellos son capaces de entender? Si de la abundancia del corazón habla la boca, en nuestro caso la lengua tiene que enmudecer por falta de ideas.
 Es cierto que nos desborda por completo y supera nuestra capacidad explicar el resplandor de la gloria de que los ángeles santos gozan en sí mismos, o más bien en Dios. Pero sí podemos comentar la gracia y amor que nos dispensan. Estos espíritus celestes no sólo tienen una grandeza que nos causa admiración, sino también una delicadeza llena de amor.
 Así, pues, hermanos, ya que no podemos comprender su gloria acojamos entrañablemente su misericordia. Nos consta que estos familiares de Dios, ciudadanos del cielo y príncipes del paraíso, la poseen a raudales. Nos lo confirma por otra parte el Apóstol, que fue arrebatado al tercer cielo y mereció estar presente en aquella corte bienaventurada y conocer sus secretos. "Todos ellos son espíritus encargados de un ministerio, con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación".
2. Y que nadie ponga esto en duda: el mismo Creador y Rey de los ángeles no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos. ¿Cómo vamos a despreciar esta misión de los ángeles, si se adelantó a ellos aquel a quien ellos sirven en el cielo llenos de ilusión y de gozo? Si también dudas de esto, hay quien lo vio y lo testifica: "Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Otro Profeta dice al Padre, refiriéndose al Hijo: "Lo hiciste poco menos que los ángeles". Sí, es maravilloso que "quien es tanto más poderoso cuanto más extraordinario es el título que ha heredado", supere en humildad a los que sobrepuja en grandeza y aparezca muy por debajo de los ángeles el que se consagró al más humilde servicio.
 Tal vez te preguntes en qué se hizo inferior a los ángeles cuando vino a servir, ya que también ellos, como antes dijimos, tienen la misión de servir. Muy sencillo: en que no sólo sirvió sino que también se dejó servir, siendo uno mismo el que ofrecía sus servicios y los recibía. Razón tiene la esposa del Cantar cuando grita: ¡Mirad, cómo viene éste, saltando sobre los montes y brincando por los collados! Cuando se pone a servir salta sobre los ángeles, y cuando se deja servir brinca sobre ellos. Los ángeles sirven de lo ajeno, ofreciendo a Dios nuestras buenas obras, y trayéndonos su gracia. Por eso la Escritura, antes de afirmar que "de la mano del ángel subió ante Dios el humo de los aromas" dice expresamente que le habían entregado gran cantidad de aromas. Ellos ofrecen a Dios nuestros sudores, no los suyos; y no sus lágrimas no las nuestras Y nos devuelven, no sus propios dones sino los de Dios.
3. No actuó así aquel Siervo que está por encima de todos y se hizo el más humilde: se ofreció a sí mismo como sacrificio de alabanza, entregó su vida al Padre y nos reparte diariamente su carne. En gracia, pues, a un Siervo tan extraordinario, los ángeles santos nos asisten gustosa y amablemente. Nos aman porque Cristo nos amó. Dice un proverbio popular: Quien ama a Beltrán, ama a can. ¡Ángeles benditos! Nosotros somos unos cachorrillos de ese Señor a quien vosotros tanto amáis; unos perrillos ansiosos de llenarse el estómago con las migajas que caen de la mesa de sus amos, que sois vosotros.
 Digo esto, hermanos, para que tengáis plena confianza en los ángeles y acudáis libremente a ellos en todas vuestras necesidades. Procurad, vivir más dignamente en su presencia, alcanzar continuamente su favor, captar su benevolencia e implorar su clemencia. Para ello estimo necesario indicaros otros motivos que estimulan a los ángeles a cuidarse de nuestra debilidad. Sin ansiedad suya, ciertamente, pero con mucho provecho para nosotros. Sin perjuicio para su felicidad, y en beneficio inmenso de nuestra salvación.
4.Consta, sin duda alguna, que como dotada de razón y capaz de bienaventuranza, el alma humana pertenece, por así decirlo, a la naturaleza angélica. Por eso no os conviene, espíritus bienaventurados, quebrantar la ley y desdeñar a ese vuestro linaje al que debéis asistir. Ni siquiera aunque le veáis profundamente degradado. No podemos imaginar que vosotros, ciudadanos celestes, disfrutéis al ver desolada vuestra ciudad y las murallas agrietadas en ruinas. Si deseais que se restauren, como es lógico, insistid frecuentemente con vuestras súplicas ante el tronco de la gloria y decid: Dígnate, Señor, favorecer a Sión, para que se construyan las murallas de Jerusalén. Si amáis la belleza de su casa, y precisamente porque la amáis, sientan vuestro celo las piedras vivas y racionales, las únicas que pueden servir para reparar vuestra ciudad.
 Este es, hermanos, el cordel de tres cabos con que el amor inefable de los ángeles nos atrae desde la excelsa morada de los cielos para consolarnos, visitarnos y ayudarnos: lo hacen por Dios, por nosotros y por sí mismos. Por Dios, imitando su amor entrañable para con nosotros. Por nosotros en quienes se compadecen de su propia semejanza. Por ellos mismos, porque desean vivamente que nosotros completemos sus coros. De la boca de los niños de pecho, que todavía toman leche y no manjares sólidos, brotará una alabanza perfecta a la majestad divina. Los espíritus angélicos poseen ya las primicias, y eso les inunda de sabrosísima felicidad, y les impulsa a esperar y desear ardientemente su plenitud.
5. Segçim estp. queridos hermanos, considerad cuán solícitos debemos estar nosotros para merecer su compañía; y vivamos de tal modo en presencia de los ángeles que no se ofendan jamás al mirarnos. ¡Hay de nosotro, si llegan a irritarse por nuestros pecados y negligencias, y nos tienen por indignos de su presencia  asistencia! Nos veríamos obligados a llorar y decir con el Profeta: Mis enemigos y compañeros me tieneden lazos los que atentan contra mi alma, y me abandonan aquellos que podrían protegerme y ahuyentar al enemigo.
 Si tanto necesitamos la valiosa amistad de los ángeles, procuremos no ofenderles y ejercitarnos en lo que a ellos les complace. Son muchísimas las coas que les agradan y gustan encontrar en nosotros: la sabriedad, las castidad, la pobreza voluntaria, el deseo incesante del cielo, la oración con lágrimas y la pureza del corazón. Pero por encima de todo, los ángeles de paz nos exigen la unión y la paz. Esto es a los que a ellos más les agrada, porque nos convierten en un vivo retrato de su patria, y hacen de la tierra una nueva Jerusalén. Y si en aquella ciudad reina la unión más perfecta, tengamos también nosotros unos mismos sentimientos e idénticas palabras; no haya bandos entre nosotros, sino formemos todos un solo cuerpo.
6. Y al contrario, nada les ofende e indigna tanto como las discusiones y escándalos que puedan darse entre nosotros. Recordemos aquello de Palblo a los Corintios: Mientras hay entre vosoros rivaliad y discordia, ¿no es que os guían los bajos instintos y vivís a los humano? Y el apóstol Judas insiste en los mismo: Estos son los que cean divisiones, siendo hombres de instintos y sin Espíritu. Fijaos cómo vivifica el alma humana a todos los miembros del cuerpo y los compenetra mutuamente. Separemos a uno de ellos, y deja de tener vida. Así  ocurre al que reniega de Jesús. Nadie puede decir eso por el Espíritu de Dios, porque renegar significa separarse. Lo mismo ocure al que se aparte de la unidad: se queda privado del espíritu de vida.
 ¡Qué razón tienen los Apóstoles para llamar animales, carnales y vanos de espíritu a los pendencieros y cismáticos. Cuando esos espíritus bieneaventurados encuentran rencillas y escándalos dicen: "¿Qué podemos hacer nosotros en este gente sin Espíritu? Si reinara aquí el Espíritu abundaría el amor, y no estaría deshaecha la unidad. Es imposible convivir con estos hombres carnales. ¿Puede unirse la luz con las tieneblas? Nosotros pertenecemos al reino de la unidad y de la paz, y esperábamos atraer a estos hombres a esta misma unión y concordia. ¿Cómo van a compenetrarse con nosotros si no se entienden entre ellos?
 El pasaje del Evangelio de hoy está muy bien escogido para esta fiesta. Quiere infundirnos un profundo terror de escandalizar a los niños, porque esos escándalos disguntan muchísimo a los ángeles. El que escandalice a uno de estos pequeños. ¡Que terrible es lo que dice a continuación! Pero ya es hora y debemos ir a misa. Os pido que no os molestéis por interrumpir aquí la materia; lo que hemos dicho puede ser útil si volvemos a insistir sobre el tema en otro sermón.

RESUMEN
Cristo vino con nosotros para servir y ser servido. Los ángeles sirven a la obra del Creador presentándoles nuestras lágrimas y sudores. Los Ángeles nos asisten y aman porque Cristo nos amó.
" Este es, hermanos, el cordel de tres cabos con que el amor inefable de los ángeles nos atrae desde la excelsa morada de los cielos para consolarnos, visitarnos y ayudarnos: lo hacen por Dios, por nosotros y por sí mismos. Por Dios, imitando su amor entrañable para con nosotros. Por nosotros en quienes se compadecen de su propia semejanza. Por ellos mismos, porque desean vivamente que nosotros completemos sus coros".No les disgustemos y creemos, junto a ellos, la Jerusalén perfecta y celestial. Quiere infundirnos, en esta línea, un gran temor a la desunión y al escándalo.

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