EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

sábado, 1 de septiembre de 2012

SERMÓN VII.AMOR CASTO Y ARDIENTE DE LA ESPOSA. DEVOCIÓN DURANTE LA SALMODIA

 



1.Yo mismo me busco mis riesgos, pues provoco espontáneamente vuestras preguntas. Con ocasión del primer beso, intenté mostraros los pies espirituales de Dios con sus propias funciones y denominaciones, y lo hice profusamente. Ahora vosotros seguís interesándoos por su mano, que se nos brinda para que la besemos a continuación. Concedido: voy a complaceros. Y además os mostraré no una mano, sino las dos, con sus nombres propios. Una se llama largueza y la otra fortaleza; porque además de otorgar con abundancia, conserva con poder lo que ha concedido. Quien no sea un desagradecido, besará las dos, reconociendo y confesando que Dios es generoso para dar y conservar todos los bienes que regala.

II. Creo que ya hemos dicho bastante sobre los dos besos; pasemos al tercero.

2.Que me bese con besos de su boca. ¿Quien lo dice? La esposa. ¿Y quién es la esposa? El alma sedienta de Dios. Pero voy a enumerar diversas afecciones, para distinguir mejor las que propiamente corresponden a la esposa.

Un siervo teme el semblante de su señor; un mercenario espera la paga de su amo; un discípulo escucha a su maestro; un hijo honra a su padre; pero el que pide un beso es porque ama. Esta afección del amor es superior a todos los bienes de la naturaleza, especialmente si retorna a su principio: Dios. No encontramos palabras tan dulces para expresar la ternura mutua del afecto entre el Verbo y el alma, como estas dos: esposo y esposa. Porque lo poseen todo en común: no tienen nada propio ni exclusivo. Ambos gozan de una misma hacienda, de una misma mesa, de un mismo hogar, de un mismo lecho y hasta de un mismo cuerpo. Por eso abandona el esposo padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne. A la esposa se le olvide que olvide su pueblo y la casa paterna, para que el esposo se apasione por su hermosura. Si amar es la propiedad característica y primordial de los esposos, no sin razón se le puede llamar esposa al alma que ama.

Y ama quien pide un beso. No pide libertad, ni recompensa, ni herencia, ni doctrina, sino un beso; lo mismo que una esposa castísima que exhala amor y es del todo incapaz de disimular el fuego que la consume. Piensa ahora por qué rompe a expresarse así. No recurre como otros al fingimiento de las caricias, para pedir al más excelso lo más sublime. No pretende ganarlo con rodeos para conseguir lo que desea. Sin preámbulo alguno, sin buscar su benevolencia, sino porque estalla su corazón, dice abiertamente y sin rubor alguno: Que me bese con besos de su boca.

3.¿No te parece que equivale a decir: No te tengo a ti en el cielo? Y contigo, ¿qué me importa la tierra?

En realidad ama desinteresadamente, porque pretende tan sólo al que ama y nada más que a él. Ama con rectitud, sin concupiscencia carnal, y en la pureza del espíritu. Ama con ardor, tan embriagada por su propio amor que ni piensa en su majestad. Porque, ¿a quién se lo pide? Al que mira la tierra y ella tiembla. ¿Y le pide un beso? ¿Pero no estará embriagada? Sí, y por completo. No sería extraño que cuando se lanzó a pedirlo saliera de la bodega. ¿No se gloriará más tarde de haber sido introducida allí? También David decía refiriéndose a otros: Se embriagan con lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias. ¡Qué grande es la violencia del amor! ¡Qué confianza infunde el espíritu de libertad! El amor perfecto echa fuera el temor; ¿hay algo más evidente?

4.Con todo, rebosando de amor, no se dirige de inmediato al esposo, sino a otros, como si él estuviese ausente: ¿Qué me bese con besos de su boca! Y es que como pide lo más maravilloso, envuelve la súplica con el pudor para dar más ascendiente al que lo demanda. Por eso busca a los amigos e íntimos del esposo; para que la lleven a su intimidad, hasta conseguir lo que ardientemente ansía. ¿Quiénes son esos amigos?

Yo pienso que son los santos ángeles que asisten a los que oran, para presentar a Dios las súplicas y deseos de los hombres, pero cuando ven que, sin iras y querellas, alzan sus manos inocentes. Así lo atestigua el ángel, que decía a Tobías: Cuando tú estabas rezando con lágrimas y enterrabas a los muertos. Cuando te levantabas de la mesa para esconder en tu casa a los muertos y los enterrabas de noche, yo presentaba al Señor tu oración. Pienso que para convenceros os sea suficiente este testimonio de la Escritura. Así lo afirma también claramente el Salmista: Iban delante los príncipes unidos a los cantores de salmos, y en medio las muchachas tocando panderos. Por eso decía: En presencia de los ángeles te cantaré salmos.

Por esta circunstancia, me duele mucho que algunos de vosotros se duerman profundamente durante las sagradas vigilias. Faltan a la reverencia debida a los conciudadanos del cielo, como cadáveres ante los príncipes de la gloria, mientras ellos, conmovidos por el fervor de los demás, gozan participando de vuestro culto. Temo que un día abominen nuestra desidia y se retiren indignados. Entonces será ya tarde para comenzar a decir acongojados: Has alejado de mí a mis conocidos y me has hecho repugnante para ellos. O también: Has alejado de mí amigos y compañeros, mi compañía son las tinieblas. O aquello otro: Los que estaban junto a mí se alejaron y me amenazan de muerte los que atentan contra mí. Por cierto: si los espíritus buenos se alejan de nosotros, ¿quién podrá resistir la violencia de los malos?

A los que se comportan así les digo: ¡Maldito el que ejecuta con negligencia la obra de Dios! También dice el Señor, no yo: ¡Ojalá fueras tibio o caliente! Pero como estás tibio, voy a escupirte de mi boca. Reparad en vuestros príncipes, manteneos reverentes y recogidos mientras oráis o salmodiáis, rebosantes de satisfacción, porque vuestros ángeles están viendo siempre el rostro del Padre. Además de ser enviados para servirnos, porque hemos heredado la salvación, llevan al cielo nuestra devoción y nos traen la gracia. Aprovechémonos de su oficio y compartiremos su gloria, para que de la boca de los niños de pecho brote una alabanza perfecta. Digámosles: Salmodiad a nuestro Dios. Y escuchemos cómo ellos nos responden: Salmodiad a nuestro Rey.

5.Y unidos en la alabanza a los celestiales cantores, como conciudadanos de los consagrados y familia de Dios, salmodiad sabiamente; como un manjar para la boca, así de sabroso es el Salmo para el corazón. Sólo se requiere una cosa: que el alma fiel y sensata los mastique bien con los dientes de su inteligencia. No sea que por tragarlos enteros, sin triturarlos, se prive al paladar de su apetecible sabor, más dulce que la miel de un panal que destila. Presentemos con los Apóstoles ese panal de miel en el banquete celestial y en la mesa del Señor. La miel se esconde en la cera y la devoción en la letra. Sin ésta, la letra mata, cuando se traga sin el condimento del Espíritu. Pero si cantas llevado por el Espíritu, como dice el Apóstol, si solmodias con la mente, también tú experimentarás qué verdad es aquello que dijo Jesús: Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida. E igualmene lo que nos confía la Sabiduría: Mi espíritu es más dulce que la miel.

6.Así saboreará tu alma platos sustanciosos y le agradarán tus sacrificios. Así aplacarás al Rey y complacerás a sus príncipes. Así tendrás satisfecha a toda su corte. Y embriagados en el cielo por la suavidad de ese perfume, dirán de ti también: ¿Quién es esa que sube por el desierto como columna de humo, como nube de incienso y mirra y perfumes de mercaderes?

Son los príncipes de Judá con sus tropeles, los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí, es decir, los cantores de Dios, los continentes y los contemplativos. Porque saben nuestros príncipes que es grata a los ojos del Rey la santidad de los que salmodian, la fortaleza de los continentes y la pureza de los contemplativos. Pero también se preocupan de nosotros, exigiéndonos estas primicias del espíritu que, por cierto, son los primero y purísimos frutos de la Sabiduría. Ya sabéis que Judá significa el que alaba o testimonia; Zabulón, mansión fuerte; y Neftalí, ciervo suelto. Este simboliza, por los saltos de su agilidad, los éxtasis de los contemplativos. El ciervo penetra, además en la espesura de los bosques; y los contemplativos se adentran en los sentidos más ocultos. Sabemos quien dijo: El que me ofrece un sacrificio de alabanza, ése me honra.

7.Pero si no cae bien la alabanza en boca del pecador, ¿no tendréis suma necesidad de la continencia para que el pecado no reine en vuestro cuerpo mortal? Por otra parte, ante Dios carece de todo mérito una continencia que busque la gloria humana. Por eso se requiere suma pureza de intención, para que vuestro espíritu codicie agradar a Dios sólo y pueda vivir junto a él. Estar junto a Dios es lo mismo que ver a Dios; y eso sólo se concede a los puros de corazón, como una felicidad inigualable. Un corazón puro tenía David y decía a Dios: Mi alma está unida a ti. Para mí lo bueno es estar junto a Dios. Viéndolo se unía a Dios y uniéndose a él le veía.

Cuando las almas se entregan a estos ejercicios, los espíritus celestiales conversan a menudo con ellas, sobre todo si ven que son asiduas a la oración. ¡Quién me concediera, príncipes benignos, que vosotros presentarais ante Dios mi oración! No digo al mismo Dios, para quien está abierto el pensamiento más íntimo del hombre, sino a los que están junto a Dios: las Potestades bienaventuradas y los demás espíritus libres de la carne. ¿Quién levantará del polvo a este desvalido y alzará de la basura a este pobre, para sentarme con los príncipes en el mismo trono de su gloria? Estoy cierto que acogerán gustosamente en su palacio al que se dignan visitarlo entre la basura. Si hicieran fiesta con su conversión, ¿no lo reconocerán cuando sea llevado a su gloria?

8.Yo creo que a esos espíritus se dirigía la esposa con su petición y a ellos les descubría el sueño de su corazón, cuando decía: ¡Que me bese con besos de su boca! Ved con que familiaridad y ternura habla con las Potestades del cielo el alma que gime en este cuerpo. Ansía el beso; pide lo que busca. Más no menciona al amado, porque no dudan que saben quien es; muchas veces ha hablado con ellos de él. Y no dice “que me bese fulano” sino simplemente: Que me bese. Tampoco María Magdalena mencionaba al que ella buscaba; solamente decía al que había tomado por el hortelano: Señor, si te lo has llevado tú. Pero, ¿a quién? No lo manifiesta, porque piensa que todos saben lo que no puede ausentarse de su corazón. Igualmente la esposa: habla con los compañeros de su esposo, como enterados de lo que creía patente para ellos; sin decir su nombre prorrumpe en esta exclamación: ¡Que me bese con besos de su boca!

Ahora no quiero hablar más sobre este beso. En el sermón de mañana podréis escucharme cuanto, gracias a vuestra oración, me sugiera esa unción que tengo por maestra. Porque este misterio no nos lo revela nadie de carne y sangre, sino el que penetra los abismos, el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, y vive y reina con ellos por siempre eternamente. Amén.

RESUMEN

Ahora hablemos de las manos de Dios. A una le llamaremos largueza y a la otra fortaleza. Ahora veremos el tercer beso. Los besos los pide la esposa que es el alma sedienta de Dios. Representan la unión del Verbo y del alma. Ese amor desinteresado es como una embriaguez del alma. Pedimos ese beso con pudor, buscando la intercesión de los santos. Debemos recitar los salmos como un gran manjar, condimentados con el Espíritu. Nos deleitaremos con la contemplación que es como adentrarse en los sentidos más ocultos. Es como un plato sustancioso o un delicioso perfume. Debemos acercarnos a Dios con corazón puro, sin vanagloria, quizás rodeados de basura, buscando la conversión y con la esperanza de la gloria. No nos planteamos quién besa, pues es evidente de donde procede ese beso espiritual que buscamos. La esposa ansía el beso y lo pide a los compañeros de su esposo.

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