EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

sábado, 22 de marzo de 2014

CUARESMA: LA VOLUNTAD DE DIOS. SERMÓN DIVERSO


CUARESMA: LA VOLUNTAD DE DIOS. SERMÓN DIVERSO

1.Hermanos, la voluntad del Señor creó primero a los ángeles, y cuando ellos la abrazaron, se convirtió en su felicidad. El Verbo existía desde siempre; mas, al asumir la carne, decimos con toda razón que se hizo carne. Lo mismo ocurrió con el ángel: la voluntad eterna se realizó en él cuando absorbió totalmente en sí la voluntad angélica. ¿Es mucho afirmar que se ha realizado en el ángel cuando se ha convertido en voluntad angélica? Toda su felicidad y el río caudaloso de su dicha consiste en que la voluntad divina es también la suya. Dios se complace en el ritmo armonioso del universo, y eso mismo es el regocijo de los ángeles. Eso pedimos: que las criaturas de la tierra realicen la voluntad divina lo mismo que las del cielo. Que el hombre, lo mismo que el ángel, se compenetre de tal modo con dios, que llegue a ser un solo espíritu con él.
Más ¡ay de mi!, ¡cuántos obstáculos me separan, cuántos estorbos me lo impiden! Siempre me cierran el paso la malicia, la debilidad, la concupiscencia y la ignorancia. La naturaleza, o mejor, la degradación de nuestra naturaleza, nos ha inyectado unos instintos tan horribles y tales ansias de hacer daño, que nuestras míseras almas sienten un placer insaciable en la maldad. ¿Se puede concebir algo más contradictorio a la voluntad divina? Entre ella y nosotros se abre una sima inmensa. Dios se complace en hacer beneficios, y a nosotros, ingratos, ese instinto cruel nos instiga a maltratar incluso a los inocentes. De aquí brotan las raíces de la amargura, de la envidia y de la murmuración. Aquí tienen su origen las disensiones, y eso es lo que llena el mundo de enemistades.
Debemos podar esos brotes tan venenosos con la hoz de la justicia. Practicando esta virtud, no hacemos a nadie lo que no queremos para nosotros, y todo lo que esperamos de los demás se lo haremos también a ellos. Pero mientras vivamos en este mundo, esclavo del mal, no es imposible arrancar o matar completamente la maldad de nuestros corazones. Podremos machacar la cabeza de la serpiente, más no tardará en mordernos los talones.
2.En segundo lugar, la fragilidad de este cuerpo corrupto impide que nuestra voluntad se compenetre con la de Dios. Rechazamos instintivamente lo que nos molesta, y por ello nuestra voluntad se aparta frecuentemente de la divina. Solamente la fortaleza, que es la segunda entre las virtudes, nos ayuda a no oponernos a ella.
3.Más nuestro frágil cuerpo no es el único impedimento. También nos estorba la concupiscencia, que nos dispersa en mil deseos insaciables. ¿Sería capaz de unirse esta voluntad tan deforme y esquiva a esa otra complaciente recta y uniforme? ¡Qué desgraciado soy, Señor Dios mío! Estoy harto de guerras, peligros y estorbos. En ninguna parte encuentro seguridad. Lo mismo temo lo que me halaga que lo que me repugna. El hambre y la comida, el sueño y las vigilias, el trabajo y el descanso me declaran la guerra. El Sabio suplica: no me des riqueza ni pobreza. Sabe que una y otra esconden trampas y peligros. El único remedio está en reprimir la concupiscencia con la templanza, y así se logra cierta unidad, bien que incompleta. Lo confirma el Apóstol: Con mi espíritu consiento a la ley de Dios, y con mi carne el pecado. Por una parte está de acuerdo y por otra no. Así sucederá hasta que llegue lo perfecto y se acabe lo limitado.
4.El cuarto impedimento es la ignorancia, que bien sabéis cuánto nos estorba. ¿Cómo voy a tomar por guía una voluntad que ignoro? Es cierto que la conozco parcialmente, pero no como ella me comprende a mí. Por eso debemos pedir con insistencia que crezca en nosotros la prudencia, para que Dios nos haga comprender más y más su voluntad y sepamos siempre qué es lo que le agrada. De este modo, el conjunto de las virtudes realizará esa unión tan dichosa y tan deseable. Nuestra voluntad estará identificada con la de Dios, y cuanto a él le agrada nos agradará también a nosotros. Y como antes dijimos de los ángeles, esto será la plenitud de nuestro gozo.
5.También pedimos que venga el reino del Señor, es decir, que experimentemos realmente ese reino. Al decir que sea santificado su nombre, deseamos conocer mucho mejor eso que nos desborda. Cuando reinen en nosotros la seguridad totalmente dichosa y la felicidad más invulnerable, entonces nos sentiremos arrebatados con todo el ímpetu de nuestro espíritu hacia aquel que tanto nos trasciende.
Santificado sea tu nombre. Su nombre es su gloria. ¿Cuándo no es santa? Su gloria es santa cuando la glorificamos con nuestra santidad. También su voluntad es eterna, y pedimos que se realice en nosotros. En primer lugar, pedimos lo más importante: que brille en nosotros la santidad inmaculada de su gloria. Y después suplicamos que Dios reine siempre en nosotros y nuestro gozo consista en cumplir perfectamente su voluntad. Sin embargo, como todavía no disfrutamos de esa perfección y nos cuesta mucho aceptar la voluntad divina, necesitamos el pan de cada día. Además, nos hemos alejado muchas veces de ella, hemos pecado por haberla abandonado. Por eso debemos pedir perdón, diciendo: Perdónanos nuestras deudas, etc. Y para que no volvamos a caer en los pecados ya perdonados, insistámosle en que no nos deje caer en la tentación, sino que nos saque y nos libre del Mal. Amén.

RESUMEN
La voluntad del Señor creó a los Ángeles y después a los seres humanos con todo tipo de dificultades, como son la maldad y la fragilidad del cuerpo, la concupiscencia y la ignorancia. Por eso pedimos en el Padre Nuestro que venga su Reino y perdone nuestros pecados, que nos libre de todo mal y que cuando hemos logrado redimirnos no nos deje caer en la tentación.

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